domingo, 27 de abril de 2014

Para cuando te echo de menos, para cuando notas mi ausencia

Muchacha

Recuérdame esta noche y nómbrame en tu idioma,
amor mío, muchacha
territorio de pájaros,
nómbrame en las ciudades donde trepas los trenes
con la amapola herida de tu vestido diario.

No conozco tu nombre, pequeñito y apenas
tu mínimo poema de una sola palabra,
pero voy pronunciándote cuando digo esperemos
o cuando me transitas hacia dentro del alma,
porque sé que tus rostros tienen un mismo rostro
y tu sonrisa un aire de pétalo del aire,
conozco, sé tu modo de salvarnos la vida,
vencedora inmutable, con un niño en la sangre.


Yo te he visto muchacha plural, en las ciudades,
gastándote la magia con la prisa del alba.


Las oficinas públicas, públicamente áridas,
la tienda estrepitosa, la planilla a mansalva,
esas fábricas rojas de devorar, el sueldo,
lamentables rutinas de alquilarte hasta el sábado
y tú, tu nuca tibia, trizada luz, flor pálida,
resistes esta estrecha disposición de enanos
apoyada en tus sueños 
como en una ventana.

Y el moscardón horario zumbándote el absurdo
para matarte adentro la condición de pájaro.

Las ciudades son turbios demagogos, son esas
celestinas anónimas de la moda, sensuales
como una gelatina de sexo pegajoso,
espesas son, a gotas, turbiamente sensuales.
Las ciudades son fríos hoteles transitorios.
Debe ser espantoso morir en las ciudades.


Porque no han hecho nada por amor, tantas cosas,
porque 
no figurabas en los planos, muchacha.
ya has nacido risahas nacido tumulto,
has nacido de pronto con un golpe de alas.

Y ahora que has venido, que ya estás, que has llegado,
hay que cambiarlo todo, decir amor y amarnos
,
clausurar las planillas, postergar las ganancias,
ahora que has llegado con tu fragante risa
qué han de hacer los señores de destino contable.


En horas de oficina, bajará mi poema,
a decirte en la orejaterritorio de pájaros.
Pero sigue guardando flores en la cartera,
la última carta dulce, un poema de Pablo,
sigue guardando signos de combatir el moho,
subversivos panfletos de construir la esperanza.

Muchacha, estrella nuestra, amor en todas partes,
los poetas cantamos para tu pie desnudo,
para tu sangre diaria,
porque somos la vida 
y esa sonrisa tuya,
nada más que la vida,
la vida y tú,
muchacha...

Armando Tejada Gómez
(Argentina, 1929-1992)

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Ahora que me lees

Lo escribí hace unos días y ya lo tenía medio descartado, pero te lo has merecido, para mientras tanto. Y alguna respuesta, y unos cuantos abrazos más. 


 Zaragoza, 15 de noviembre de 2013 C. C. Dávila 


Se ríe. 
Te mira y se ríe, 
la miras y se vuelve a reír. 
Se ríe, 
se tumba sobre la cama 
y se ríe; 
pone música y baila, 
saltando por la habitación 
mientras ríe. 
Inventa un recuerdo 
y se ríe, 
camina por la calle 
y estalla en carcajadas. 
Lee y se ríe, 
ve una serie y se ríe; 
se ríe a desfase 
y la gente se vuelve 
a mirarla con desdén. 
Pero se ríe. 

Y no sabes por qué 
se ríe 
porque ni ella sabe 
por qué. 
La risa es la respuesta a todas sus carencias: 
en la risa se abandona, se libera, 
se desnuda, se entrega, se desintoxica. 
Y si es, es allí 
donde deja la mente en blanco: 
recostada en la superficie esponjosa 
que queda más allá de su risa.

viernes, 20 de abril de 2012

Reflexiones de madrugada


Me doy cuenta ahora de que, quizá, todos pecamos demasiado de vanidad.
Y me molesta porque, en realidad, no era de eso de lo que me había propuesto hablaros esta noche.

Esta noche, después de haber visto Los Juegos del Hambre (peliculón, muy recomendable para reflexionar), quería explicaros que he pasado mucho miedo.
No he pasado miedo por los personajes, sabía que ellos acabarían sobreviviendo, porque de algún modo en las historias los protagonistas deben ejercer de protagonistas; porque con todo, el cine siempre será una industria por encima de un arte.
He pasado miedo por nosotros, he pasado miedo por nuestro mundo; porque nos he visto.
He visto llegar ese punto en el que todo es “Pan y espectáculo”, donde la vida ya no vale nada, donde la moral ya no existe, donde no hay ley.
Y la cuestión es que, cuando no hay trabajo, no hay oportunidades, no hay esperanza; el raciocinio desaparece para dar paso a la masa enfurecida; y la masa enfurecida no piensa: actúa.
Y mientras actúa, mata y descuartiza los restos de algo que ya nunca podrá olvidarse del todo, ni cicatrizar por completo.
Y cuando al fin, la turba se disuelve y cada ser humano vuelve la vista atrás, no se reconoce en sus actos; y, asqueado de sí mismo, del mundo, y de todo, se ve obligado a continuar caminando frente a un nuevo amanecer, a encerrar tras cuarenta cerrojos los remordimientos, y a bajar la vista cuando sus hijos le pregunten, horrorizados, cómo fue posible para el hombre llegar a corromperse de ese modo.
Como ya ha sido en la historia, una y otra vez.

Y me pregunto, hoy más que nunca, cómo será. Si ha cambiado en algo la era moderna, si es más moderna por algo, o si cae en sí misma como una rueca eterna, una espiral maldita de destrucción.
Y no puedo evitar acordarme, tan puntualmente, de san Ignacio cuando nos dice: “En tiempos de desolación nunca hacer mudanzas”

Quiero pediros que nunca dejéis de ser vosotros, que no dejéis que las circunstancias os obliguen a hacer algo que por vosotros mismos jamás haríais, algo de lo que tengáis que arrepentiros, algo con cuyo peso hagáis cargar cruelmente a vuestros hijos durante otro par de siglos.
Porque esta Europa aún está pagando la deuda de un par de guerras mundiales, que a su vez comían de los restos de tantos otros odios, rencores y a la postre, remordimientos con los que ya era imposible vivir.

Por favor, que esto a lo que llaman crisis, de lo que acabaremos saliendo como salimos tantas veces de cosas peores, no os haga olvidar ni por un momento que sois seres humanos, antes que todo.
Y que ése que tenéis al lado es tan humano como vosotros, y que su vida y la vuestra sigue valiendo más que todo.
Porque todo lo demás, todo, absolutamente todo: es mentira.
Todo lo demás lo inventamos nosotros: nosotros inventamos el estado, y los bancos.
Y el dinero, y los presupuestos.
Y las empresas, y los funcionarios.
Y el vino, y el jamón serrano.
Y los ordenadores, y los smartphones.
Y los hospitales, y las escuelas.
Y los vestidos, y las palomitas de maíz.

Si lo inventamos podemos desinventarlo, y cambiarlo, y volver a hacerlo, y hacerlo mejor, y equivocarnos, y hacer que valga más o que deje de valer.

Pero sin nuestras vidas, ya no quedará nada.
Es por nuestra dignidad, y por la del vecino, por lo que debemos preocuparnos de veras. Lo que jamás debemos traicionar, por muy encerrados que nos sintamos.
Aunque odiemos, y sepamos que muchos son culpables de mucho, porque como decía Voltaire "Desapruebo lo que usted dice, pero defenderé hasta la muerte el derecho que usted tiene a decirlo"

Pues eso.
Que aunque no sirva para nada, necesitaba decirlo.
Que no quiero que volvamos a matarnos entre nosotros nunca, por feas que se pongan las cosas.


Y volviendo a la vanidad, que era el tema en que acababa la charla de esta noche y empezaba la reflexión escrita.
Después de recomendar cosas al mundo toca leerme a mí misma la cartilla, que siempre es necesario.
Ahora más que nunca.

Supongo que a veces pienso que soy mejor de lo que soy.
A veces creo no tener vanidad, cuando la tengo y mucha.

Cuando uno es niño, soñador y utópico, (y siempre me he considerado todas esas cosas); tiende a pensar que, algún día, cambiará el mundo.
Y salvará a la humanidad, y arreglará el hambre, o la política de su país; o lo que es peor: todas esas cosas a la vez.

Pues bien, hoy, me he dado cuenta de algo que hace tiempo que temía: yo, nunca cambiaré el mundo.
¿Y sabes por qué? Porque no soy capaz ni siquiera de hacerte sonreír a ti, ahora que te tengo a mi lado, y lloras.

Y ésa es la realidad triste.
Ahora, que aún tengo 18 años, creo que me veo obligada a comprender que nunca figuraré en los anales de la historia, ni tampoco entre los grandes artistas que dio el mundo. Y en todo caso, cuando todo lo que hoy sucede se cuente, ya habremos muerto.

Me doy cuenta de que yo, a mi manera, también perseguía un raro tipo de fama, también quería sentirme “especial”, “diferente”, e incluso “indispensable”.

Todos queremos ser trascendentes, no sé muy bien por qué, tiene que ver con nuestra naturaleza.
Quiero comprometerme, hoy, a intentar olvidarlo.

De ahora en adelante, sólo viviré para el hoy.
Sólo viviré para tener tu mirada, tu sonrisa, tu mano amiga.
Y, con el tiempo que habitualmente pierdo en soñar despierta, podré construir muchas más cosas en este mundo chiquito que me rodea, que todavía puedo controlar.
Porque seamos sinceros, yo no entiendo ni de política, ni de economía (como la mayoría de gente que habla de ambos temas en este país); así que, está claro que no soy yo la que puede arreglarlos, aunque me toque una parte de responsabilidad, y por tanto, de culpa.

Pero sí puedo hacer que tú no llores, que no sufras, que mi vida no sea otra mentira más.
Puedo, y debo, levantarme todos los días por las mañanas, y ponerme a trabajar; para hacer de mi humilde existencia, que pasará desapercibida a la mayoría, algo que valga la pena, y que sirva de ejemplo sincero de mi voluntad por cambiar el mundo.

Naturalmente, no será nada fácil. Espero que mi querida Romero, que ha sido la que me ha leído la cartilla esta noche, se permita darme un toque de atención cuando vea que me estoy yendo de madre.

De todos modos, Romero querida, el capricho del saxofón me lo vas a tener que consentir, y temo no sentirme demasiado culpable por habérmelo dado.

A todos los demás, buenas noches.
Sueño que, si logro cambiar lo poco que me rodea, también cambiaré lo que os rodea a vosotros, de alguna manera. Y así sí, habré logrado cambiar un poco el mundo.

Y naturalmente, esto ya lo pensaron otros miles antes que yo, pero demonios, ¡hasta que no se lo propone uno, no es lo mismo!
Y como dice esa sevillana “Si con el pensamiento se caminara…”; a ver qué tal se me da llevarlo un poco a la práctica.

Y que os quiero.
Sobre todo si habéis aguantado leyendo hasta aquí, que menudo muermazo... :P

sábado, 14 de abril de 2012

Simplicidades

A veces sé que tengo una buena idea, vive en mi cabeza durante unos breves segundos, y luego, se marcha. y me deja con esa sensación cruel de haber tenido algo muy especial en la punta de los dedos, y haberlo perdido.
Como esta tarde.

Pero hoy he escrito unos versos de todos modos, porque qué queréis que os diga;
a veces, todavía y gracias a Dios, tengo mono de escribir. Algunas veces.


Zaragoza, 14 de abril de 2012,  C. C. Dávila,  Gaviota


Una vez supe de qué quería escribir,
pero lo olvidé;
se me escapó contemplando a otros,
que siempre escribirán mejor que yo.


Y con todo sé que había algo,
de lo que quería escribiros,
pero lo olvidé.


Y ahora estoy aquí,
llenando este papel con cualquier palabra;
por si acaso me acuerdo,
de eso que quería escribiros,
y que olvidé.


Pero de momento, nada

viernes, 3 de febrero de 2012

Para ti, que aún me lees, después de tanto (demasiado) tiempo. Para mí, que, a veces, también lo necesito.

Pensé que no retomaría el bloc/blok hasta después de los exámenes. Supongo que lo necesitaba.
No tengo nada que decir.
Salvo, tal vez, que os echaba mucho de menos.
Como echaba de menos que las palabras fluyeran en mí.

Pero eso ya lo sabéis.


Zaragoza, 3 de febrero de 2012  C. C. Dávila, Gaviota.




Te dedico las sonrisas que me quedan,
aún son muchas;
te dedico el cansancio de estos días,
el maquillaje natural de mis ojeras,
las horas enfrascadas de trabajo,
por un sueño que vive a veces muy cercano,
y otras veces, se aleja.


Me pregunto cuán difícil es ser artista;
así, cuando no se ha sentido apenas,
qué decir, qué gritar, qué llorar...
Cuando todo parece una inmensidad;
todo existe ya en algún modo, y lo sabemos;
sólo nos queda reinventarnos a nosotros mismos,
y descubrir, casi como una magia; que también
fueron así otros, antes de nosotros.
como un niño que tiene miedo de entrar al mar,
de nadar contracorriente frente al mundo,
de hacer lo que quiere, y de quererlo.


Y encima, aparentar que hay algo más,
que nuestra lucha con la vida tiene algo de trascendental,
algo que nos hace diferentes,
aunque ser diferentes sea lo normal,
aunque para nosotros lo normal nunca lo sea,
aunque nos sorprendamos de cada detalle,
aunque busquemos de algún modo la incomprensión.
No podríamos dejar de hacerlo, no hay
otra forma ni otro camino;
no puedo volver a ser la que era, porque ya,
soy una persona diferente.


Cómo intentar ser artista, así
sin haber sufrido apenas;
y a la vez, cómo no intentar serlo,
cómo acallar esto que fluye dentro,
que nos grita libertad y autonomía,
esto que nace y nos cambia.
y quizá, sólo quede eso, una oportunidad,
una esperanza, vaga;
la de cambiar el orden de las cosas,
la de cambiar a las personas;
para volveras más puras...
vivas.


Para poder dedicarte, todas mis sonrisas,
aún son muchas;
y el cansancio de estos días,
y el maquillaje natural de mis ojeras...


Lo que soy.
Y ser, sólo ser, quedamente.



Pues eso... Para ti, sí, para ti que estás leyendo esto.
No tengo más, sólo mi vida puesta al descubierto. No espero que lo entiendan, ni que lo agradezcan.
Tan sólo, me haría ilusión, que también intentaran maravillarse con ello.
Cada nuevo día.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Bosquejos

El cielo estaba rojo de tormenta, sonaban ya truenos y la lluvia empezaba a caer.
Golpeaba.
Golpeaba contra el pasado, contra la vida, contra los sueños.
Enfriaba.
Enfriaba el dolor en la sien y los pensamientos enmarañados.

Se sentó en la acera de la desesperanza porque estaba desesperado. El bordillo estaba gastado, sucio, desvaído, gris y mortecino.
Como su rostro. Como su mirada, como su fe.
Le recorrió un escalofrío húmedo.
Por el filo de la calzada discurría una corriente débil de lluvia. Olía a mojado.
Se acercó una sombra.

- ¡Eh, amigo! ¿Tiene fuego?-
- No, ya es imposible que prenda una llama-
- Me refería a un mechero, una cerilla... -
- También yo, sólo que para llevar el mío necesitaría algo más que un bolsillo -

domingo, 4 de septiembre de 2011

Para Gala, para que lo lea, lo viva, lo mastique y lo haga suyo... no sé

4 de septiembre de 2011   
C. C. Dávila, Gaviota.


Latente,
en mitad de las cenizas, un parpadeo;
latente,
como el trozo de luz que se quedó engarzado,
en los pliegues de tu sonrisa;
latente, 
como un cacho arrancado del alma,
entre la calderilla olvidada del bolsillo;
latente,
como una espina clavada en las entrañas,
en un vacío que no se llena con nada.

El niño se acostó poeta y lo levantaron soldado,
y los versos perdidos de su infancia,
se le enquistaron entre la piel,
agarrotada de frío, de miedo y de rabia.

Latente,
como ese escalofrío que recorre su cuerpo,
que le enfría su alma de niño;
latente,
como el metal que le sabe en la boca,
en un aire podrido de pólvora.

El hombre quiso volver a ser niño,
pero no pudo.
Y rompió su fusil entre las rocas;
y corrió, desnudo y abandonado del mundo,
a intentar sacarse del alma,
los versos robados de su infancia.

Y ya no le importó mas nada;
aún lo notaba... latente.


En fin Gala, espero que te guste; la verdad es que no es exactamente lo que tenía pensado, pero me ha salido así, y ahora le he cogido cariño. Deseo que también tú lo disfrutes, que te haga sentir.
Es tuyo, te lo regalo.
Y sigue escribiendo, aunque a veces te sientas un poco seca de palabras. Siempre vuelven, nos hacen falta para vivir, para ser mejores.

Un abrazo muy fuerte, y gracias, de veras.

¡Animaos a escribir algún poema!