miércoles, 21 de septiembre de 2011

Bosquejos

El cielo estaba rojo de tormenta, sonaban ya truenos y la lluvia empezaba a caer.
Golpeaba.
Golpeaba contra el pasado, contra la vida, contra los sueños.
Enfriaba.
Enfriaba el dolor en la sien y los pensamientos enmarañados.

Se sentó en la acera de la desesperanza porque estaba desesperado. El bordillo estaba gastado, sucio, desvaído, gris y mortecino.
Como su rostro. Como su mirada, como su fe.
Le recorrió un escalofrío húmedo.
Por el filo de la calzada discurría una corriente débil de lluvia. Olía a mojado.
Se acercó una sombra.

- ¡Eh, amigo! ¿Tiene fuego?-
- No, ya es imposible que prenda una llama-
- Me refería a un mechero, una cerilla... -
- También yo, sólo que para llevar el mío necesitaría algo más que un bolsillo -

1 comentario:

  1. ¡Si nuestra amistad depende de cosas como el espacio y el tiempo, entonces, cuando por fin superemos el espacio y el tiempo, habremos destruido nuestra propia hermandad! Pero supera el espacio, y nos quedará sólo un aquí; supera el tiempo, y nos quedará sólo un ahora. Y, entre el aquí y el ahora, ¿no crees que podremos volver a vernos un par de veces?
    (Juan Salvador Gaviota)

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